Respirando, exhalo de a poco con suspiros terrosos, el tóxico
que no me deja respirar.
A veces lloro pequeñas rocas, que mi estómago tritura a diario,
para deshacerse de los cientos de escombros, que dejo este
trágico derrumbe.
Me paseo bordeando la cordura, doy pasos falsos en ambos lados,
solo se me ocurren cortos poemas, incoherentes frases de ánimo y a menudo me inunda
la sensación de vacío y silencio, de lo que tuve y ya no está.
Entonces me quedaré aquí en la línea fronteriza, al menos desde
aquí puedo observar ambos lados,
Me neutralizaré para poder sobrevivir, aquí no me sentiré ni
bien ni mal, aquí no seré ni lo uno ni lo otro.
Porque de partida todavía no he vuelto a ser.
Y a menudo me pregunto,
¿por qué no te das cuenta que aún yazgo aquí debajo del
derrumbe?
¿es que no escuchas mis lamentos?,
si a penas me queda fuerza para gritar que me rescates, que
limpies mi cara, me abraces fuerte
y, si fuera posible, me devuelvas la vida que me arrebataste.
A veces siento mucho miedo, aquí sola, pierdo la esperanza y
lloro de impaciencia,
al menos cuando sostenías mi mano, no me sentía sola.
Seguiré pensando en mi escape, y no desperdiciaré mi último
aliento en vano.
No es primera vez que salgo de las ruinas de un derrumbe,
y tengo dos caminos,
salir sola, matando a aquella que sucumbió entre los escombros,
que no espera encontrarte cerca, que distará de aquella que te amo, que
no seré yo.
O seguir con la convicción de que estas escarbando
impetuosamente y que aún no logras encontrarme.
No creas que perdonaría el que hayas ignorado mis lamentos y que
no hayas escarbado lo suficiente,
Por ahora dormiré esperando, aguantando el poco tiempo que me
queda.
Soledad Correa Ibacache.
(Este lo escribí cerca del 2010, no lo deseché aunque fuera muy triste, es uno de los que salvé)
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