Anoche, mientras dormía, deambulaba de paisaje en paisaje, confusa de mi tarea o labor en la tierra.
Recuerdo haber subido un cerro muy árido y pedregoso, persiguiendo a algunas personas.
Llegó un momento en que vuelvo a la ciudad, miro y en la calle halló a un alce, más bien un venado de cuernos largos. Estaba quieto, era oscuro y robusto.
Se acerca una serpiente que lo aborda por la cabeza, se inserta en uno de sus cuernos desplazándose dentro. El venado me mira fijamente, pero parpadea, rompiéndose el cuerno del cual sale la serpiente con algunas tripas o venas en su fauce.
El venado luego de un momento se desvanece, con la misma impronta fuerte.
No entendí nada en el momento.
En el sueño esto sólo me causaba extrañeza, pero al recordar el sueño en la mañana, no pude evitar quedarme un tiempo pensando, en que podría estar pasando por mi cabeza.
Pawel Kuczynskies un ilustrador de 36 años nacido en Szczecin, Polonia. Se graduó de la Academia de Bellas Artes de Poznan, con una especialización en gráfica. Ha ganado 92 premios nacionales e internacionales en caricatura e ilustración. La obra de este artista polaco cuestiona la sociedad, los gobiernos, los medios de comunicación, la economía, entre otros, y todo sin una palabra.
Recuerdo que cuando era pequeña, tenía muchas preguntas y las respuestas que me daban, generalmente, eran buenas. Al menos, mi mamá siempre se preocupo de inculcarme "hacer el bien", ser honesta y a amar al prójimo.
Fui creciendo y seguí cuestionarme los dogmas, dándome cuenta de que las respuestas no estaban afuera, no estaban en la gente. Estaban dentro.
Me demoré, sufrí, sentí miedo.
Luego me liberé de las fuerzas que me impedían avanzar: miedos, dogmas, limitaciones, etc.
Ahora.
Soy feliz.
Este video, es negativo, pero lamentablemente, es base para, por lo menos, despertar.
Lo que me desarma es imaginarme, solo imaginarme y tener que aceptar las explicaciones lógicas, Mi nueva razón es casi tan absurda, como mi antigua inconsciencia.
Me condenas y no apelo, debo conformarme y pensar, Pensar (porque es ineludiblemente necesario) Que todas las decisiones son sabias, siempre y cuando, No sean alteradas por el descriterio.
Las sumisas lágrimas caen sin desfigurar a los rostros sensatos, La tibieza de la vida, se enfría y se cristaliza en gruesos corales! Incorporándose a los mares muertos.
Las aves se fueron, el sol bajó enfurecido, La vida sigue absurda, constante, Hiriente...
(Los aves emigran, las jaulas siguen vacías) ¡Sin delirios!. Debo confesar que a la razón no la quiero como a ti, Me consume, me reprime, me hace odiarte, Pensé en un final racional, pero entendí… Que no retengo la cordura, Juego, coqueteo de vez en cuando, Pero pierdo interés, A menudo le pido que se largue de aquí,
Conozco más sensata a la aturdida, Honesta, Vehemente, Al divino delirio...
Me confundí al concluir sobre ti, (puede ser que quizás nunca te haya conocido).
asusta el deshielo de estas montañas, el frío del silencio surca sus caminos... los duendes no cantan, algo mortuorio se filtra en el paisaje, la pálida luna...
selva abandonada, el sol decidió no volver, las aves no retornaron, no me entristece que se fueran, las amé libres y así las seguiré amando.
no sonrié mi alma, cuando evoco la tuya...
una sonrisa cálida, se esconde tímida, cuando escucho su nombre.
parece lejana la dulzura, se escuchan ecos de tiernos arrullos, pareciera que lo dulce se asienta, como amargo dulce en el corazón.
te evoco de todas formas, porque aunque la selva parezca muerta, aún puedo escuchar el trinar de las aves, los latidos, los gemidos, los alegres delirios, el juego de tu sonrisa con la mía, y el rojo de la vida en las dos copas vacías.
los árboles pueden secarse, no siempre les falta de agua, sus hojas pueden enfermar, sus raices pueden congelarse, agrietarse... Pueden ser quemados por mares rojos abrasantes, pueden ser talados por tontos egos hilarantes, mis árboles mueren meláncolicos, enfermos con el moho de la nostalgía y la poca luz.
se ahogan ahora los ríos, consumo las últimas cerillas, te escribo como si tuviera el valor de hacerlo, escribo todo un lío, quizás sería más simple decir "te extraño", emigrante de nido, solo espero no estés perdido.
Soole
Otra versión, del mismo poema.
Traducción al Español Mujeres condenadas (Delfina e Hipólita)
A la pálida claridad de las lámparas mortecinas,
Sobre profundos cojines impregnados de perfume,
Hipólita evocaba las caricias intensas
Que levantaran la cortina de su juvenil candor.
Ella buscaba, con mirada aún turbada por la tempestad,
De su ingenuidad el cielo ya lejano,
Así como un viajero que vuelve la cabeza
Hacia los horizontes azules transpuestos en la mañana.
Sus ojos apagados, las perezosas lágrimas,
El aire quebrantado, el estupor, la mohína voluptuosidad,
Sus brazos vencidos, abandonados cual vanas armas,
Todo contribuía, todo mostraba su frágil beldad.
Tendida a sus pies, tranquila y llena de gozo,
Delfina la cobijaba con ardientes miradas,
Como una bestia fuerte vigilando su presa,
Luego de haberla, desde luego, marcado con sus dientes.
Beldad fuerte prosternada ante la belleza frágil,
Soberbia, ella trasuntaba voluptuosamente
El vino de su triunfo, y se alargaba hacia ella,
Como para recoger un dulce agradecimiento.
Buscaba en la mirada de su pálida víctima
La canción muda que entona el placer,
Y esa gratitud infinita y sublime
Que brota de los párpados cual prolongado suspiro.
—"Hipólita, corazón amado, ¿qué dices de estas cosas?
Comprendes ahora que no hay que ofrendar
El holocausto sagrado de tus primeras rosas
A los soplos violentos que pudieran marchitarlas?
Mis besos son leves como esas efímeras
Que acarician en la noche los lagos transparentes,
Y los de tu amante enterrarían sus huellas
Como los carretones o los arados desgarrantes;
Pasarán sobre ti como una pesada yunta
De caballos y de bueyes con cascos sin piedad...
Hipólita, ¡oh, hermana mía! vuelve, pues, tu rostro,
Tú, mi alma y mi corazón, mi todo y mi mitad,
¡Vuelve hacia mí tus ojos llenos de azur y de estrellas!
Por una sola de esas miradas encantadoras, bálsamo divino,
De placeres más oscuros yo levantaré los velos
¡Y te adormeceré en un sueño sin fin!"
Mas Hipólita, entonces, levantando su juvenil cabeza:
—"Yo no soy nada ingrata y no me arrepiento,
Mi Delfina, sufro y me siento inquieta,
Como después de una nocturna y terrible comida.
Siento fundirse sobre mí pesados terrores
Y negros batallones de fantasmas esparcidos,
Que quieren conducirme por caminos movedizos
Que un horizonte sangriento cierra por doquier
¿Hemos perpetrado, entonces, un acto extraño?
Explica, si tú puedes, mi turbación y mi espanto:
Tiemblo de miedo cuando me dices: "¡Mi ángel!"
Y, empero, yo siento mi boca acudir hacia ti.
¡No me mires así, tú, mi pensamiento!
¡Tú a la que yo amo eternamente, mi hermana dilecta,
Aunque tú fueras una acechanza predispuesta
Y el comienzo de mi perdición!"
Delfina, sacudiendo su melena trágica,
Y como pisoteando sobre el trípode de hierro,
La mirada fatal, respondió con voz despótica:
—"Entonces, ¿quién, ante el amor, osa hablar del infierno?
¡Maldito sea para siempre el soñador inútil
Que quiso, el primero, en su estupidez,
Apasionándose por un problema insoluble y estéril,
A las cosas del amor mezclar la honestidad!
¡Aquel que quiera unir en un acuerdo místico
La sombra con el ardor, la noche con el día,
Jamás caldeará su cuerpo paralítico
Bajo este rojo sol que llamamos amor!
Ve tú, si quieres, en busca de un navío estúpido;
Corre a ofrendar un corazón virgen a sus crueles besos;
Y, llena de remordimientos y de horror, y lívida,
Volverás a mí con tus pechos estigmatizados...
¡No se puede aquí abajo contentar más que a un solo amo!"
Pero, la criatura, desahogándose en inmenso dolor,
Exclamó de súbito: —Yo siento ensancharse en mi ser
Un abismo abierto; ¡este abismo es mi corazón!
¡Ardiente cual un volcán, profundo como el vacío!
Nada saciará este monstruo gimiente
Y no refrescará la sed de la Euménide
Que, antorcha en la mano, le quema hasta la sangre.
¡Que nuestras cortinas corridas nos separen del mundo,
Y que la laxitud conduzca al reposo!
Yo anhelo aniquilarme en tu garganta profunda
Y encontrar sobre tu seno el frescor de las tumbas!"
—¡Descended, descended, lamentables víctimas,
Descended el camino del infierno eterno!
Hundios hasta lo más profundo del abismo, allí donde todos los crímenes,
Flagelados por un viento que no llega del cielo,
Barbotean entremezclados con un ruido de huracán.
Sombras locas, acudid al cabo de vuestros deseos;
Jamás lograréis saciar vuestra furia,
Y vuestro castigo nacerá de vuestros placeres.
Jamás un rayo fugaz iluminará vuestras cavernas;
Por las grietas de los muros las miasmas febricentes
Fíltranse inflamándose cual linternas
Y saturan vuestros cuerpos con sus perfumes horrendos.
La áspera esterilidad de vuestro gozo
Altera vuestra sed y enerva vuestra piel,
Y el viento furibundo de la concupiscencia
Hace claquear vuestras carnes como una vieja bandera.
¡Lejos de los pueblos vivientes, errantes, condenadas,